jueves, 27 de agosto de 2009

La pobreza, un drama que golpea a amplios sectores populares

La pobreza existe. Lamentablemente no es una novedad y sus víctimas son los segmentos sociales más vulnerables de nuestro pueblo. Se puede erradicar, pero ello requiere voluntad, decisión política y adopción de medidas que modifiquen de raíz el vigente modelo económico-social de Tercera Vía basado en la teoría del derrame. Su fracaso no necesita demasiada ilustración, particularmente en momentos de crisis general que afecta a todo el sistema capitalista.
Lo llamativo es que han aparecido recientemente en el escenario social y político, dirigentes de diversas organizaciones que descubrieron recién ahora la pobreza, hacen gárgaras con denuncias amplificadas por los medios audiovisuales, las utilizan como armas válidas para reforzar su “oposición al oficialismo”, contribuyen a la articulación de la derecha interesada en construir su propia alternativa y lo peor, es que muchos de ellos son corresponsables de su existencia o se han beneficiado con la misma.
Que De Narváez, Carrió, Macri, la Mesa de Enlace, el grupo Clarín, Bergoglio y la cúpula eclesiástica, entre otros, clamen sensibilizados por “el escándalo de la pobreza” y que para salir del paso sólo reclamen una “asignación universal por hijo”, propuesta justa, pero insuficiente, en boca de ellos resulta cuanto menos un bastardeo de esta cuestión tan trascendente.
El Comité Central del Partido Comunista denunció en pleno auge del llamado superávit gemelo, fiscal y comercial, la vigencia de la desigualdad y el hambre debido la injusta distribución de la riqueza, advirtió sobre la crisis en perspectiva, denunció la inflación y la carestía como un golpe mortal a los salarios, señaló a los responsables y propuso medidas para erradicar esa verdadera pandemia.
No se adoptó desde el gobierno ninguna medida estructural que permitiera modificar desde los cimientos esta situación, salvo la recuperación de los fondos previsionales con la liquidación de las afjp. Cada sector aprovechó el clima de bonanza según el tamaño de las cucharas útiles para el reparto de la torta. Los beneficios provenientes de cierto desarrollo económico expresado en el crecimiento del consumo y de las reservas de divisas, originadas en lo fundamental por los buenos precios internacionales de los productos primarios y derivados exportables, fueron capturados principalmente por las capas sociales minoritarias y privilegiadas.
El problema es que, como ocurre en el capitalismo, las cucharas más grandes estuvieron y están en manos de los poderosos y, por lo tanto, se han apropiado de los trozos más sustanciales del ingreso nacional. En consecuencia, la supervivencia de ese modelo de acumulación concentrada y distribución injusta seguramente acentuará la inequidad social afectando a los sectores populares más desprotegidos toda vez que se profundiza la crisis que afecta al capitalismo argentino e internacional.
El discurso keynesiano de Kirchner en el 2003, aquel que decía propender al desarrollo de un modelo productivo que consolide una burguesía nacional y derrame riqueza sobre los segmentos sociales más bajos, quedó nada más que en eso: un discurso.
Es verdad que han habido progresos, no estamos en la misma situación del 2001-2002 con la existencia de más del cincuenta por ciento de la población por debajo de la línea de pobreza y un 25 por ciento en la indigencia. También es verdad que ha descendido la proporción de desocupados y trabajadores “en negro”.
Pero, lamentablemente, también es real que más de diez millones de habitantes hoy están sumidos en la pobreza, de los cuales cuatro millones son indigentes, y que progresivamente se están perdiendo puestos de trabajo, se avasallan conquistas sociales y se agravan las condiciones de vida y de salud de amplias franjas poblacionales de la capital y del interior.
Tiene razón la Presidenta cuando dice que hay que combatir la inequidad. Pero hay que meterse a fondo con medidas que ataquen la estructura de este modelo de país, que potencien las vías de crecimiento, que aseguren una más justa distribución de la riqueza generada por el trabajo, que asegure nuevas fuentes de ocupación con salarios dignos, que defienda a la pequeña y mediana empresa y a la producción de carácter social, empresas recuperadas y cooperativas, que garantice la soberanía alimentaria, que promueva intensivamente la obra pública tanto de infraestructura como de viviendas, que recupere las reservas naturales y energéticas entregadas y explotadas por las multinacionales, que intensifique la defensa del medio ambiente, que promueva la integración de los pueblos latinoamericanos y así sucesivamente.
Aquellos que ahora toman nota de la pobreza nos proponen como solución enfriar la economía, devaluar el peso para envilecer los salarios, flexibilizar la legislación laboral, seguridad jurídica para resguardar al capital y garantizar su tasa de ganancia, bajar el consumo liquidando el mercado interno y la pequeña y mediana producción, suprimir las retenciones a la exportación de granos y volver a las relaciones carnales con el amo yanqui.
El Partido Comunista propone todo lo contrario: provocar un shock de desarrollo independiente con satisfacción de las demandas populares y estímulo al mercado interno.
¿Dónde obtener fondos para garantizar la ejecución de esas medidas? Reforma fiscal de carácter progresivo gravando más al que más tiene, establecer un impuesto a las transacciones financieras, a los fideicomisos, a la herencia, que hoy no pagan nada. Incremento del impuesto a las regalías petroleras, a la minería, a las super ganancias, a los grandes acopiadores, a los monopolios multinacionales que giran sus rentas extraordinarias a sus casas matrices o a paraísos fiscales, etcétera. Estudiosos del tema han demostrado que medidas fiscales de este tipo permitirían al Estado Nacional disponer de más de 20.000 millones de pesos para ser volcados a la distribución y a la coparticipación federal mejorando sensiblemente las economías regionales.
Se trata de volcar la copa y no esperar un derrame de riqueza que de vez en cuando produce algún goteo útil para disfrazar la realidad o para aplicar planes sociales que en muchas ocasiones son objetos de prácticas políticas clientelares.
Poner en marcha un plan de esta naturaleza, viable y alcanzable, significa enfrentar a enemigos poderosos y en consecuencia es imprescindible contar con el apoyo de una fuerza social organizada.
Para ello, el Partido Comunista entiende que se debe convocar a la formación de un gran frente, a una convergencia sin mezquindades, muy amplio, que se nuclee alrededor de un programa mínimo profundo sin que nadie renuncie a su identidad, apto para derrotar a la conspiración derechista y que asiente su organización en la participación directa de todos los sujetos sociales y políticos comprometidos con el cambio, el progreso, la independencia y la justicia social.
Si el gobierno se mueve en esa dirección, contará con el apoyo de nuestro Partido y seguramente de todo el campo popular.