La quinta Cumbre de las Américas ha expresado un momento nuevo y complejo en el continente más desigual del planeta. Evidenció que el mundo ya no es unipolar, que, y esto es principal, América Latina ha actuado como entidad, que los países integrantes del Alba no firmaron el documento que se pretendía imponer y que se pidió el fin del bloqueo a Cuba. El tema de Cuba fue introducido en la agenda no escrita de la reunión de presidentes, que reclamaron el fin de las sanciones norteamericanas a la República hermana y para hacerlo no exigieron que Cuba cambie su sistema de gobierno, o que abandone sus fundamentos y su soberanía. Esta es una victoria del pueblo cubano que se inició en Playa Girón, que ha resistido el bloqueo y que suma ese patrimonio heroico al momento actual de Nuestra América.
En nuestro país, la crisis de gobernabilidad trae a primer plano la falta de una confluencia de fuerzas autónoma, alternativa, que pueda plantarse en la disputa palmo a palmo por la distribución de la riqueza, por la profundización de las medidas de estatización por que se cumplan los reiterados anuncios gubernamentales de que no habrá despidos, ni se postergarán las reivindicaciones.
No es un camino exento de problemas, los sectores dominantes lo hacen todo para incomodar, entorpecer, asustar a una subjetividad social dañada por la fuerza de choque de las derechas, que pretenden un penoso proceso de regreso al crudo neoliberalismo, por la acción de la colosal corporación mediática y por las vacilaciones y retrocesos del gobierno en el orden político interno.
