miércoles, 9 de junio de 2010

Alfonsín recargado

(¿La nueva cara de la oposición?, por Patricio Echegaray)
El triunfo de Ricardo Alfonsín en la interna radical llevada a cabo el fin de semana pasado en la provincia de Buenos Aires no resultó totalmente sorpresivo, pero no puede menospreciarse el impacto que el mismo tendrá en los armados políticos de la oposición.
Alfonsín logró consolidar en la interna partidaria el crecimiento que su imagen venia logrando en la sociedad, a partir de la muerte de su padre, derrotando las aspiraciones del vice-opositor Cleto Cobos y su alianza entre conservadores mendocinos, nosiglistas y desteñidos y arrugados representantes de la otrora Renovación y Cambio y de la Coordinadora.
Ante este panorama deberemos ir analizando atentamente si se trata solamente de un cambio circunscripto a la correlación de fuerzas existente dentro del radicalismo o si derramara sobre el resto del bloque opositor y buscara ser utilizado como mascarón de proa para una reconversión del armado restaurador.
De esta manera, y ante la poco exitosa estrategia de confrontar ferozmente desde un derechismo conservador a secas, la oposición podría verse tentada a desarrollar una versión más socialdemócrata, fórmula que como ha quedado demostrado internacionalmente, ha sido apta para empujar intereses reaccionarios.
Esta “nueva” versión radical podría abrir la posibilidad de una alianza de centroderecha más amplia y con mejores posibilidades en el 2011 pero que, por ejemplo, seguiría siendo absolutamente menos amigable al proceso de integración latinoamericana en proceso y que tanto preocupa a los EEUU.
Al mismo tiempo aportaría al objetivo estratégico de un bipartidismo “suavizado” detentor de las virtudes del “consenso”, que tendría como principal objetivo lograr una morigeración de los supuestos arrestos “chavistas” de la pareja gobernante, preocupación que acecha al establecimiento desde hace tiempo y que ha recrudecido especialmente a partir del tono y la repercusión que tuvieron las celebraciones del bicentenario.
Si bien estamos claramente en el terreno de las especulaciones, es bueno transitar la idea de que una perspectiva de esta naturaleza, de un bipartidismo entre una centroizquierda y una centroderecha que buscan aparecer como moderadas, ratifica y recrea la necesidad de constituir una fuerza autónoma, visible, claramente de izquierda y orientada por sus visiones de consecuente antiimperialismo con perspectiva socialista.
Fuerza que debe tener un rol central tanto en confrontar con los elementos restauradores y retrógrados de las posibles alianzas tipo Alfonsín-Binner al tiempo que frustrar las tendencias conciliadoras que, por naturaleza política, surgirían en el polo de centroizquierda con eje en el nacionalismo popular peronista.
Pero frente a esto, comienzan a oírse algunas voces que pregonan lo superfluo de los esfuerzos por constituir opciones de izquierda y propugnan la necesidad de que las fuerzas de tradición marxista y socialista se dediquen a realizar arriesgados saltos ornamentales para sumergirse en las aguas de lo que muchos definen como nacionalismo popular revolucionario, con una generosidad en la caracterización que raya con un despilfarro de voluntarismo.
La trayectoria de los Kirchner en el poder y su todavía tímida agresión a las pautas neoliberales de concentración y distribución de la riqueza, está lejos aún de constituir siquiera una especie de capitalismo keynesiano que podría ser el basamento de un proyecto de emancipación.
Pero por tener esto en claro, no se puede desconocer que crea mejores condiciones para la recomposición de los sectores nacionalistas populares y revolucionarios. Lo que no quiere decir que la recomposición de estas fuerzas, vitales para la conformación de un torrente revolucionario capaz de abrir, en confluencia con los marxistas, un camino hacia los cambios en profundidad sea, hoy por hoy, una realidad.
Ignorar las mejores condiciones para este proceso y eximirse de las responsabilidades de contribuir a su desarrollo, es tan negativo como considerarlo un hecho dado y acabado.
Esto es un grave error, sobre todo si se lo combina con la idea de la renuncia a la conformación del otro componente principal de este bloque, forjador de los componentes revolucionarios de nuestro pueblo, tal como son en América Latina las fuerzas que impulsan la radicalización de los procesos en marcha, hacia la liberación nacional con perspectiva socialista, entre las cuales el Partido Comunista tiene un papel muy importante a jugar.