viernes, 8 de enero de 2010

La difícil y necesaria unidad

Transcurrida ya una década del nuevo siglo, dos rasgos la distinguen, el de la crisis múltiple y profunda del capitalismo y su incapacidad absoluta de solucionar los problemas de la vida humana y el renacer de las experiencias populares en América Latina.
Como toda actividad creativa, la política ofrece abundantes contradicciones. Ante la avanzada popular en distintos países de nuestra región, las derechas se prueban el traje con el objetivo de estrenarlo para un nuevo fin de la historia. Claro, no pueden aceptar que Cuba siga batiéndose incansablemente, ya por 51 años, contra el imperialismo y sus representantes y que además materialice los sueños de justicia y siga contribuyendo sustancialmente al progreso de movimientos sociales, fuerzas políticas y auténticos líderes del pueblo que experimentan procesos originales en distintos países de Nuestra América. No pueden aceptar que Venezuela se plante, que Nicaragua, que Ecuador, que Bolivia y ni siquiera que otros países, como El Salvador, como Uruguay, como Brasil intenten sus propios caminos.
Y es ahí donde se expresa el embate de la derecha. En Honduras con un nuevo modelo de golpe de Estado y desembozada participación de la CIA y el Departamento de Estado yanqui. Lo mismo pretenden hacer en Paraguay para derrocar al presidente Lugo y volver al sangriento pasado al pueblo paraguayo. No es casual que en declaraciones de diferentes funcionarios norteamericanos y en casi todos los grandes diarios y cadenas de la región se hable de los intentos dictatoriales de Cristina Fernández, de Fernando Lugo, de Hugo Chávez, del más legitimado de los presidentes, el reelecto Evo Morales.
En nuestra Argentina, también el accionar de las derechas se hace palpable, sino Diego Guelar, confeso colaborador de la dictadura, no se atrevería a pedir amnistía para los represores, ni Duhalde a aseverar que el pueblo está a punto de pedir nuevamente que se vayan todos. Pero las derechas tienen que actuar en un escenario demostrativamente fallido, son los representantes y los productores de la concentración de la riqueza, de la devastación social, económica y cultural.
Y de esa contradicción es que se vale la experiencia popular.
Sino que lo digan los Avellaneda y todos los que luchan por verdad y justicia, los que lograron poner en el banquillo y condenar al ex juez Brusa y a otros represores.
De esta práctica persistente y combativa, que nuestro pueblo sabe ejercitar, es desde donde partir para construir la difícil y necesaria unidad en la diversidad, la fuerza política que prepare programa y postule cambios, que sepa representar al pueblo.
En esa tarea estamos los comunistas en un nuevo aniversario de nuestro partido, somos respetuosos de las identidades y de la diversidad, no hacemos reduccionismo económico, queremos suprimir las injusticias sociales, en su amplia diversidad de formas de opresión y explotación. Los comunistas asumimos la transición revolucionaria socialista como un proceso multidimensional, no pretendemos ser los liberadores del pueblo, sino sus más abnegados combatientes, estudiosos de la realidad, siempre en la primera línea de confrontación con el enemigo, promotores de la conciencia de que los cambios tienen que ser radicales.
Así lo dice nuestro 24º Congreso.