jueves, 4 de febrero de 2010

Salarios y carestía

Cualquier persona dotada de sentido común sabe que el precio de la carne en la Argentina ha aumentado estrepitosamente. Si a eso se le agregan los precios de la leche, el pan, las frutas y hortalizas, los gastos del presupuesto familiar se han disparado hacia las nubes, hablando solo de los alimentos.
Los aguinaldos a fin de año, el plus que cobraron los jubilados y el lento proceso de incorporar el subsidio básico por cada niño hasta los 18 años, medida de considerable importancia, tanto como el plan de cooperativas Argentina Trabaja, que se despliega de manera bastante remolona, tienden a disimular la magnitud del aumento del costo de vida.
También la firma de una cantidad de convenios laborales, que abarcan a algunos gremios o sectores de éstos, podrían hacer suponer un aumento salarial, en algunos casos de consideración. Pero la realidad es que el retraso en los haberes es muy grande. Se explicitan en éste mismo número los reclamos docentes que giran en torno del veinte por ciento.
Si a esto se le agregan los trabajadores en condiciones precarias o con muy bajos convenios, los que trabajan apenas por encima de los niveles de subsistencia, el recientemente reconocido 8,4 por ciento de desocupación, el panorama se amplifica drásticamente.
Entre tanto se confirma la continua y creciente diferencia sustancial entre los pocos que más ganan y los muchos que ganan poco.
En todo caso lo que queda a la vista es la incapacidad estructural del capitalismo para modificar esta situación.
¿Qué habría que hacer? Lo hemos reiterado una y otra vez.
Hay que redistribuir los ingresos y la riqueza. Es necesario dejar bien lejos las recomendaciones de “honrar” la deuda, las presiones de la embajada yanqui en el reclamo de seguridad jurídica para las inversiones, los reclamos de contraer nueva deuda y no tocar las reservas, las amenazas sobre el costo laboral, la mezquina política de aumentos a cuentagotas a los jubilados, es necesario exigir hambre y desocupación cero.
Todo esto hace prever que en 2010 seguirá el zigzagueo de la gobernabilidad, que se ha de profundizar si el gobierno no se radicaliza buscando, no la alianza con el bloque inicial, sino un amplio espectro social.
Solo así, con este choque de realidad, se podría revertir la situación social y la grave crisis de gobernabilidad, pero implicando unas alianzas políticas y sociales del todo distintas a las actuales y esto no es posible sin una unánime acción común, generosa y constructiva, política y social, desde las izquierdas, los antimperialistas, el movimiento popular, capaz de defender y apoyarse en la riqueza creadora de los procesos políticos emprendidos en la región, capaz de crear una fuerza política alternativa, con capacidad crítica y autonomía.
De modo que reformas y ruptura, caminen juntas en el curso de las luchas cotidianas.