sábado, 15 de agosto de 2009

El problema es la riqueza


Cada año el papa de Roma habla de la pobreza en la Argentina, una nación rica en recursos naturales y humanos, dice para enfatizar su último y dramático mensaje sobre “el escándalo de la pobreza y la inequidad social”, en lo que coincide con una campaña en los grandes medios, que parecen haber descubierto el problema. Benedicto y los otros hablan de la pobreza como si fuera una epidemia o una plaga, cuando se trata de los mismos que defendieron los paradigmas que postulaba el Fondo Monetario Internacional en los 90. Si esto ya no fuera en si mismo sospechoso, la reaparición de Mingo Cavallo proponiendo a Eduardo Duhalde como sustituto posible del jefe de gabinete, da mucho más para pensar. Duhalde es el introductor de las recetas del Banco Mundial, el que propone la alternancia PJ- UCR y el que sugiere que el gobierno tiene fecha de vencimiento.
En la práctica, ninguno de ellos propone cómo liquidar la pobreza, en realidad lo que hacen es oscurecer y mistificar sus causas y consecuencias. Mucho menos dicen que la extrema concentración de la riqueza es más renuente a modificarse que la pobreza. Proponen sustitutos, como mayor equidad, igualdad de oportunidades o educación. La equidad no borra las distancias extremas de desigualdad social, las oportunidades deben ser a lo largo de la vida, lo que exige la protección del Estado, la educación sin no se la interviene con medidas no solo educacionales, puede reproducir e incluso generar y agravar las desigualdades. Hasta plantean arbitrariamente, que si se redistribuye se escapan los capitales y no quieren invertir, porque ven peligrosamente afectadas sus ganancias. El problema entonces, es la riqueza.
El enemigo principal de la redistribución de las riquezas es el neoliberalismo, con sus políticas antiestatales, con su simplismo mercantil, con su euforia privatizadora, con su ilusión consumista, con sus políticas brutales que aumentan con sangre la pobreza y la desigualdad.
Por su parte, las propuestas de tercera vía tienen mucha timidez para enfrentar radicalmente los temas de distribución, ingreso y riqueza. Carecen de la energía necesaria para partirle el espinazo a la teoría del derrame. Porque es necesario afectar intereses que presionan y resisten políticas redistributivas a las que califican de populistas. Y este es un desafío terrible para el gobierno y para el campo popular, el derrame propuesto por las teorías de tercera vía no se produce, el asistencialismo no alcanza y un plan nuevo, un modelo distributivo a fondo requiere otra correlación de fuerzas, de carácter político, que no existe y debe ser creada. El caso de las tarifas de energía, pero también de transporte, es el ejemplo más cercano. Los subsidios que se agotan, las políticas tarifarias improvisadas, las privadas que no quieren perder sus fabulosas ganancias y la crisis económica, hacen que el asunto caiga con todo su peso sobre los bolsillos de los trabajadores. Es decir que se cruzan los problemas de la pobreza y desigualdad con los modelos de desarrollo y crecimiento. es el movimiento popular, en el que los comunistas debemos participar enérgicamente, el que debe enarbolar la bandera de revisar el régimen de subsidios y contratos de concesiones, reclamar tarifas sociales y no subsidios a los monopolios, porque al neoliberalismo los pueblos no le debemos nada.
Por este camino, de lucha, unidad y organización, de esclarecimiento de las causas profundas de la desigualdad y los caminos para el cambio, en el contexto favorable de los pueblos y gobiernos latinoamericanos es que debemos actuar.

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